Dentro de los roles que cada uno jugamos durante nuestra vida día a día, tal vez uno de los más controversiales es el de mantener tu hogar limpio, presentable y con una atmósfera positiva en general.
Algunos de nosotros evadimos ese trabajo y lo reservamos para empleadas o empleados domésticos porque “no tenemos tiempo” o “tenemos trabajo de verdad que hacer”.
La realidad es que la frase “la felicidad del hogar” no se desarrolló por casualidad, pues tener un hogar siempre ordenado, pulcro y con todo en su lugar, permite que tú y los tuyos puedan vivirlo al máximo y respirar un ambiente que contagie felicidad y armonía entre todos.
Le debemos ese respeto a nuestra casa, a nuestra propiedad, y para ello debemos agradecer enormemente a las personas que lo hacen realidad. En otras ocasiones, somos nosotros quienes nos encargamos de tan noble labor, y merecemos toda la valoración del mundo por ser quienes tratan bien al lugar donde toda nuestra familia desempeña su vida y cumple sus metas.
Más allá de “limpiar los espacios”, es mantenerlos organizados, decorados con intención, y de manera que reflejen quienes realmente somos en el fondo. ¿Por qué tendemos a limpiar los platos y ordenar la cocina y la sala cuando sabemos que tenemos visitas después? Esta misma sensación debería invadirnos para con nosotros mismos. Después de todo, es tu casa. Es su casa. Es casa de la familia.
Ordenar la ropa por tipo de prenda, colores o tamaños provee una sensación de satisfacción muy personal que alegra a quien lo vea. Desarrollar un sistema para que las vajillas y alimentos en el refrigerador sean de fácil acceso y luzcan organizados permite a quien los utilice lograr lo que se propone de manera sencilla cada vez.
Lo que buscamos es enaltecer el proceso de ser “amas o amos de casa”, y darle su lugar a esta bella labor que transforma los espacios en paraísos llenos de ganas de vivirse.